lunes, 9 de abril de 2007

Cosas sueltas

EL SEGUNDO DÍA QUE ME SENTÍ ORGULLOSA POR APAGAR LA LUZ A LA PRIMERA.
Sólo hacía falta prestarle un poco de atención. Pensar lo que se hace o hacerlo con intención. Aprender que al llegar al final del pasillo, el interruptor que apaga la luz es el de arriba y no el de abajo sólo era cuestión de fijarse en lo que se está haciendo y no de darle a uno u a otro hasta que se apagara la luz.
La cosa es que he tardado 6 años en darme cuenta. Y ahora me visualizo a mí misma, día tras día enciendo y apagando a lo loco y calculo todos los minutos que habré perdido con movimientos erróneos dentro de mi propia casa. A veces me hace gracia lo cutre que soy, otras pienso que ojalá hubiera nacido persona de números con los pies en tierra.

DESPUÉS DE CENAR CON LAS AMIGAS DE LA PISTOLERA DEL MAR.
Me hace mucha gracia como mucha gente que se va de viaje a sitios como Punta Cana o Cuba en crucero o viaje organizado, cuando vuelven y les preguntas qué tal el viaje te contestan en realidad qué tal la organización. “Pues los restaurantes estaban súper bien, tenías de todo: italianos, dominicanos, espectáculos después de cenar y todo el día con la copa en la mano” (se refieren claro a los restaurantes del complejo hotelero en los que tenías después barra libre con la pulserita) o “El hotel precioso, los guías simpatiquísimos y en la discoteca nos dejaban poner la música que queríamos” (se refieren claro a la discoteca del hotel). Y lo más gracioso aún es la cara de desconcierto cuando les preguntas qué como era la vida en Punta Cana o Cuba, o cómo era su gente o cómo se sintieron allí. Lo único que saben es cómo es la vida de un turista españolito de clase media o alta en la otra punta del mundo, pero en un ambiente igualito al que se puede encontrar en Benidorm o en Torre Vieja.
La verdad, para eso me pongo en el cuarto de baño los 40 grados del calefactor y una foto del Caribe encima de la bañera.

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